SEMILLAS


...¿Jonjoi?, decía el niño confundido -se le escuchaba mejor que a la señora mandona-. Ajonjolí, repetía ella, no olvides el acento, buscaremos ajonjolí en el tarantín de Alí -una señora muy acentuada-.
¿Ajonjolí?, palabra de fonética chistosa, chiclosa, de color caracol bronceado. Viendo ajonjolíes amontonados desde este sexto piso parecen arena, los toco y se deslizan en mis manos, hago una casa con esta arena de ajonjolí. ¡Qué aroma!, la casa nueva huele a pan tostado, la casa flota, se balancea como un chinchirro, viaja, está en Falcón... Guardaré arena de recuerdo en mi bolsillo.
Un grupo de ajonjolíes magos bucean en un vaso de agua con estampados, esperando reducir los kilos nuevos del señor de la panadería, es su bebida religiosa, como el mojito que toma su papá cada jueves. Deja un poco de ajonjolí para la comida de la noche, los pone en la sartén, se convierten en bailarines como los barloventeños, saltan, ríen, se menean, alumbrados por la candela, -música suena-.
Un ajonjolí rebelde estornudó muy fuerte como protesta en el estómago de la vecina y le produjo alergias. Comeré un ajonjolí dulce, de los que venden con maní en el quiosco de la esquina, los pruebo y recuerdo las flores del parque al que iba de niña, las dormilonas, -si las toco dormirán, ¿no despertarán?, mejor las dejo seguir conversando con sus otras amigas-, dormirán como los ajonjolíes que están en el envase de la cocina, los que sueñan. Se despierta el ajonjolí...

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